Hay un momento en nuestras vidas en el que no nos sentimos a gusto con nosotros, con la vida que llevamos, con nuestras relaciones, ya sean de pareja, amistad, familia, trabajo… hay un momento en el que sentimos que estamos en crisis, en un cambio, en una pérdida a la que no acabamos de adaptarnos, es entonces cuando nos damos cuenta que hemos hecho todo lo que podíamos pero que necesitamos ayuda, y nos planteamos iniciar psicoterapia. Un lugar donde pararnos, para posteriormente seguir en nuestras vidas, estando bien con nosotros y con la vida que tiene sentido para nosotros.
Me encuentro a menudo con personas que sienten que no tienen derecho a quejarse, a sentirse tristes, agobiadas, infelices, me dicen: “si no me falta de nada Isabel”, pero los días está bañados de tristeza, respiras con agobio, notas el nudo en el estómago, la presión en el pecho que arde… Está claro que algo no va bien. Necesitas pararte y darte permiso para aceptar que no estás bien, que hay algo que atender, escuchar, revisar, aceptar, sanar.
En las sesiones de psicoterapia encontrarás un espacio seguro en donde poder abrirte. Encontrarás un espacio libre de juicios, crítica, de deberías… y desde ese acompañamiento respetuoso vas a poder revisar tus emociones, tu cuerpo, tus pensamientos, en el aquí y ahora, en el presente. Aprendiendo a ampliar tu conciencia sobre lo que estás pensando y sintiendo física y emocionalmente vas a aprender a conocerte mejor. En la rutina diaria en donde todo va tan rápido es muy difícil descubrir lo que necesitamos si no estamos acostumbrados a ello. La psicoterapia es ese lugar, ese espacio en donde aprender a conectarte contigo mismo.
La primera sesión: ¿quieres saber cómo es?
Me gusta imaginar la primera sesión como un encuentro para poder acercarme a tu paisaje vital.
Te animo a que me expliques cómo es ese paisaje interno: qué estás sintiendo corporalmente, qué pensamientos te acompañan y pueden estar produciéndote inquietud, dolor, inseguridad, desesperanza… qué emoción o emociones están más presentes y te provocan malestar.
También necesito alguna pincelada de tu paisaje exterior: relaciones, sucesos, qué ha pasado últimamente…
Y también necesito saber qué necesitas de mí, y si lo sabes, qué quieres. Si no lo sabes muchas veces forma parte de la terapia descubrirlo.
Toda esta información es una manera de poder aproximarme a ti y así poder calibrar si te puedo ayudar, si es el momento de iniciar terapia, si tal vez te iría mejor algún otro tipo de ayuda.
Mi experiencia me dice que el compromiso, el trabajo, lo en serio que te tomes tu proceso van a ser los que marquen la evolución y el ritmo del trabajo.
Las sesiones semanales, sobre todo al principio, ayudan a poder profundizar y a activar el proceso, siendo entonces el trabajo terapéutico mas fluido, pero a veces la disponibilidad temporal, económica… requieren que las sesiones se espacien.
La regularidad de las sesiones siempre las adapto a las necesidades vitales y psicológicas de mis clientes.
En terapia, ¿qué temas puedo tratar?
Se suele ir a terapia cuando el malestar o el reconocimiento de que la situación nos sobrepasa nos impide llevar una vida satisfactoria. Este malestar o desborde puede venir de diferentes orígenes: conflictos presentes o pasados, inseguridad ante la toma de decisiones, preocupaciones recurrentes, dificultad en las relaciones de pareja, amistad, familia de origen o política, de trabajo, idea separación o separación, postergación de retos personales y/o profesionales, gestión de pérdidas presentes o pasadas…
Duración y precio de las sesiones
La primera sesión suele durar algo más de una hora y siempre recomiendo después de la sesión reservarse un rato para dar un paseo y seguir estando solo o sola un tiempo para poder poco a poco volver a la rutina.
El resto de las sesiones duran 1 hora.
El precio de cada sesión son 70€, también la primera.
Finalización de la terapia
¿Cómo sabes que la terapia ya ha llegado a su fin?
Es importante ver la terapia como un proceso personal, un trabajo al que has dedicado un tiempo, una conciencia, incluso seguramente unas lágrimas.
El trabajo de autoconocimiento no acaba en la vida si uno no quiere, y sospecho que aunque no quieras es inevitable conocerte mejor y con ello crecer. Pero la terapia puede llegar a su fin debido a que el motivo por el que acudiste y te generaba malestar se ha trasformado y ahora te sientes capaz de continuar sin acompañamiento. Las emociones y los pensamientos se han trasformado, tus estrategias ante ellos también.
A lo largo de la terapia habremos revisado tus malestares, tus prejuicios, tus pensamientos, tus necesidades… Habrás ampliado tu autoconocimiento e incluso habrás aprendido a descubrir tus propias trampas, cómo evitas enfrentarte a situaciones o personas que te hacen sentir miedo, inseguridad, tristeza…
Cuando esto se ha producido significa que has ampliado tu nivel de conciencia y de responsabilidad, que eres capaz de enfrentarte a los retos que siempre trae la vida de una nueva maenra, de manera creativa, más allá de los antiguos modelos, muchas veces enquistados y ocultos, que te hacían moverte sin apenas conciencia. No significa no equivocarse, significa atreverte a probar algo nuevo y aceptar las consecuencias, y desde ahí dar el siguiente paso.